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Mantener la comunicación en la pareja

La formación de la pareja crea un vínculo en los primeros meses que se va consolidando poco a poco. Dentro de esta relación vincular, la comunicación es algo esencial y debe de mantenerse siempre. Incluso diría más, la comunicación debe de aumentar hasta conseguir una complicidad especial entre dos personas, que se van conociendo cada vez más. Esto puede permitir incluso que podamos saber lo que piensa nuestra pareja, cuando la conexión está viva y activa, pero es conveniente no presuponer nada, aunque sintamos este enlace, ya que podríamos caer en un malentendido. Por eso hay que hablar y aclarar nuestra percepción, nuestro entendimiento.

Los distintos sucesos de la vida de todo tipo, el aumento de trabajo o especialmente la venida de los/as hijos/as, puede hacer que esta comunicación ya no sea tan fluida, porque ya no se dispone del mismo tiempo. Entonces se pueden dar dos tipos de problemas habituales, entre otros: emitir mensajes cortos, porque no se tiene tiempo para muchas explicaciones y porque queremos que nuestros mensajes lleguen rápido; y que estén “cifrados”, para que no los entiendan nuestros/as hijos/as. De esta forma se va creando cierto hábito de hablar en plan telegrama, para que el otro de la pareja entienda raudo, las diversas cuestiones, y lo que es peor: nuestra comunicando es cada vez menor y sin profundidad, en la expresión de nuestras ideas y sentimientos.

El resultado de esta dinámica demasiado habitual en las familias, es el acortamiento del tiempo y del espacio para la pareja. Sentimos que el tiempo pasa y tenemos la sensación de poco control del mismo. Sin darnos cuenta, se va produciendo un distanciamiento que en muchas ocasiones puede producir una fractura en la pareja.

También se puede instalar una forma de relación un tanto anodina, en la que cada uno se ocupa de sus asuntos. Hay un desencuentro que se va instalando convirtiendo a la pareja en compañeros de piso, donde las relaciones sentimentales se han quedado a un lado.

Cuando se produce la salida natural de las/os hijas/os del domicilio, se produce un vacío que cada uno rellena con “sus asuntos”, se retoman las relaciones con las amistades, se participa en más grupos de whastsapp, y no se termina de realizar el duelo por la “perdida” de los hijos, que ya no van a vivir con nosotros, porque seguirán su propio camino, como es natural.

Un segundo duelo por ellos/as es necesario superar. El primero se produjo cuando se realizaba su pasaje a la adolescencia y a la adultez, hacía que “perdiéramos” a nuestros/as y/o niñitos/as, ya que nunca iban a volver a ser ya aquellas criaturas que teníamos que proteger y que estaban a nuestro cargo.

El segundo, llamado también del “nido vacío”, nos reencuentra con nuestra edad madura y con nuestra pareja. Nos plantea un real a veces duro, porque supone un replanteamiento de nuestro futuro.

Este artículo pretende que podamos pensar en esos dos momentos lógicos vitales, primero cuando sentimos que la comunicación se va deteriorando, simplificando, etc, porque nos lleva demasiado tiempo ocuparnos de ellos/as. Y segundo cuando nuestros/as hijos/as ya no estén, porque se han independizado y nos preguntamos: ahora qué va a pasar con nuestra vidas. Por ello creo que se debería actuar en el primer momento, cuando la comunicación ya no es lo que era, cuando se retrasan las decisiones porque no tenemos tiempo casi para hablar. Cuando empieza esa sensación hay que actuar buscando tiempo para nosotros. Ese ‘nosotros dos’ que se ha difuminado tanto.

En la pareja no es conveniente que existan esos lapsus de tiempo, esa sensación: “ya no hablamos como antes (…) ahora no sé lo que piensa realmente, o en lo que está (…) no sé cómo le va en sus cosas (…) deberíamos salir más solos…”.

Sería interesante que cada uno/a reflexione si ha sentido algo de lo que estoy hablando para prevenir. Par prevenir que la relación de pareja siga robusta y no se deteriora y no se detenga la sensación de que la paternidad ha “enfriado” la relación. Busquemos tiempo para rehacer ese nosotros dos, que ahora ha perdido consistencia.