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Los padres, educadores principales

TEMAS A DEBATE

“LOS PROGENITORES COMO EDUCADORES PRINCIPALES”   (padres cuestionados, autoridad y ley en la familia. Diferenciación entre los roles educativos: progenitores, profesores, abuelos, amigos…)  
Taller coordinado por Juan Ignacio Martínez, psicólogo clínico  y psicoanalista. Especialista en terapia de pareja.  
Lugar: Salón de Actos del Colegio   Actividad gratuita  

INTRODUCCIÓN.

Mi propuesta no es venir como psicólogo a dar una conferencia sobre cómo actuar como padres, o cómo educar. Actividad que ya Freud, afirmaba era un imposible, puesto que siempre por un lado o por otro, habrá algo que no estemos haciendo bien. Nadie posee la verdad absoluta sobre este tema.

Mi interés se basa principalmente en resaltar nuestro valor de padres, intentar que esta actividad sirva para mejorar nuestra acción como padres, pero desde nuestro propio saber y así podamos reforzar nuestra función.

Vivimos en una época en la que se ha perdido autoestima, como es frecuente oír. Esto ha pasado también con los padres, hemos perdido autoestima como progenitores y confiamos en otros que nos digan lo que tenemos que hacer. El saber “cómo educar” ha pasado en cierta parte a los profesionales, o a las llamadas redes sociales; a otros a los que se les supone un saber mayor que el nuestro.

Algunas páginas de Internet, los libros de autoayuda, etc, son las nuevas fuentes del saber. Lugares generalistas que se adaptan poco a la situación especial de nuestro caso. Son recetas difíciles de aplicar y que no valen para cada situación, al igual que las pautas que ofrecen, se quedan inútiles, en cuanto varía algo la problemática.

De esta forma muchas veces se titubea, o incluso se delega esta función básica, en la escuela, a la que se le exige que además de enseñar unos conocimientos a nuestros hijos/as, les proporcione una educación completa. No dudo en que nos ayuden en nuestra labor, pero no podemos delegar esta función, que sólo a nosotros nos pertenece como padres.

El profesorado tiene una importancia fundamental, a menudo valorada insuficientemente. El padre tendrá que valorar el saber que se supone tiene el profesor, para que pueda ejercerlo desde ese lugar. Si ese saber lo cuestionamos, es difícil que dicha transferencia de saber se produzca desde el profesor al alumno, puesto que el alumno/a dudará y cuestionará ese saber. Por tanto la función docente tiene que estar apoyada por la función paterna, como una garantía. Y no al revés, por lógica. Todo esto no está reñido con el desarrollo de un espíritu crítico, pero es necesario que el proceso del saber se desarrolle primero, para poder analizarlo a posteriori.

Por otro lado está la intervención de la medicina en la enseñanza, que cada vez es mayor. Me refiero a la pediatría que empieza a tener una deriva más psiquiátrica y a la intervención de las USMIs (Unidades de Salud Mental Infantojuveniles). ¿Qué quiero decir con esto?. Cuando hay algo que no funciona del todo, en lo que puede ser un problema en el alumno de aprendizaje, se recurre al diagnóstico médico, y lo que podría ser un síntoma de un problema familiar, se convierte en un síndrome orgánico. Vivimos en un momento que hay un gran número de niños/as, que son rápidamente diagnosticados de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastornos de ansiedad, depresión, insomnio, etc… Hay una excesiva deriva psiquiátrica también en la educación, y lo que es peor, hay un exceso de medicación en la infancia. Esto es una acción indirecta (o directa), pienso, de los propios laboratorios farmacéuticos, que han conseguido un nuevo mercado creciente en este sector de la población. Y todo ello tiene un efecto perverso para el niño, ya que un diagnóstico tranquiliza mucho a todos ,profesores y padres, pero esto no suele resolver el problema, generalmente porque no se profundiza demasiado. Hay momentos en que un chaval puede estar más nervioso (una separación, un problema económico serio en la casa, la muerte de un familiar, etc.), y no por ello tiene que ser hiperactivo, o tener un problema de atención. Queremos que un niño no baje el rendimiento, como si fuera un operario de una fábrica, y si es tan fácil que con una pastilla se puede conseguir, adelante.

Quizás en esta cuestión de excesiva medicación, estemos contribuyendo nosotros/as, con los botiquines que hay en nuestras casas, repletos de medicamentos, que están esperando su actuación, por si acaso…

Todo ello conlleva que la vida depende mucho ahora de la medicina, hacemos mucho caso al cuerpo, y cada vez menos se soporta el malestar. Se observan muchos niños con problemas psicosomáticos por esta cuestión, con dolores de cabeza frecuentes (migrañas), trastornos digestivos (síntomas de anorexia o bulimia no desencadenadas), etc.

Todo lo dicho aquí hasta ahora corresponde desde mi punto de vista, a que se ha cuestionado demasiado la función educativa de los padres (y de las escuelas), haciendo que otros discursos, tomen más relevancia, como ha sido el discurso médico y la influencia social.

Creo que los centros educativos suelen estar bastante preparados para resolver los problemas que aparecen día a día, y que a veces los padres nos apresuramos a buscar medidas excesivas. Esto me recuerda cuando los padres nos inmiscuimos en el entrenamiento del equipo donde va nuestro/a hijo/a, porque pensamos que juega poco o mucho. En este sentido mi propia experiencia en este colegio ha sido positiva, cuando algún pequeño problema que hemos tenido, se ha resuelto en el propio colegio.

Pero volviendo a las funciones paternas, equivalentes a lo que entendemos por educar, en el basto sentido del término. ¿Pero hasta que punto podemos hacerlo?, o es difícil porque ¿estamos perdiendo poder?. ¿Se puede hablar de que existe una crisis de la autoridad? Me gustaría que habláramos todos de estos temas, para ver si podemos hacer algo para mejorar.

Los padres ejercen la labor de educar a los hijos/as, antes de que nazcan

De la familia patriarcal, donde era el padre el que ejercía la autoridad, se ha pasado a que la ley sea marcada por ambos padres. Estos son los encargados de poner límites al goce del niño. Se ha llegado afortunadamente, a una coeducación,  realizada de acuerdo a una serie de ideales, según la historia personal de cada progenitor y de ciertos patrones culturales. El funcionamiento básico y elemental de la educación, puede funcionar así, cuando se asimila una ley básica:

  1. Primer momento: la prohibición hace que el niño deje de hacer determinado comportamiento, delante de la persona que se lo prohibe.
  2. Segundo momento: interioriza la prohibición después de varias repeticiones, por miedo a perder el cariño del padre/madre. Esta interiorización hace que desarrolle un vigilante interno en forma de superyó, para vigilar de que no se vuelva a repetir.

Es por el temor a la pérdida del amor de sus padres, por lo que renuncia al comportamiento censurado. Si a un niño haga lo que haga, recibe el amor de igual manera, se convertirá en ineducable, porque no diferenciará entre lo que está permitido y lo que no. En la actualidad a veces, se pasa a un funcionamiento inverso: muchos padres consienten demasiado, por temor a la pérdida del amor de sus hijos/as (sobre todo padres separados), y después pagan las consecuencias, cuando su hijo/a se rige solo por el principio del placer.

El niño/a no sólo se educa respeto al tener o no tener, también se educa hacia el ser. Debe por tanto, introyectar (hacer propios) unos valores e ideales, y para ello hace falta cierta coerción. Esto es especialmente difícil en una época de crisis de los grandes sistemas de pensamiento, de crisis ética.

Corresponde por tanto a las funciones paternas este cometido o ¿puede hacerlo alguien más?. En mi opinión no, no se puede delegar esta función en otro/a. En esto soy tajante en función de mi experiencia ya algo dilatada, como padre y psicólogo.

¿Pero qué pasa cuando uno de los padres o ambos no están, han fallecido, o han renunciado a dicha función?. La función de padres la ejercerá el padre o madre que viva (legalmente se llama patria potestad). Es una “potestad” que no se puede delegar, a no ser que se renuncie a ella formalmente. La ley la protege, porque tiene que proteger a los hijos/as, de la indefensión.

Y esto nos lleva a poder ejercer esta legimitidad, en forma de funciones paternas, que es lo que nos caracteriza como tales. Y si perdemos terreno en estas funciones ¿Qué podemos hacer?. ¿recurrir a alguien que nos la devuelva?: un profesional no nos va a dar este servicio. Tendremos que tratar de recuperar la parte perdida por nosotros mismos? Pero esto no es fácil, porque a menudo sabemos menos que nuestros hijos en informática, móviles, música, deportes, drogas, etc… Y es casi imposible ejercerla sin el conocimiento. Por ello habrá que hablar desde un lugar diferente al tecnológico, donde si conozcamos el tema. (este móvil no lo puedo comprar porque vale mucho dinero, aunque sea como un pequeño ordenador…). Siempre que sepamos que significa “vale mucho”, para nuestros hijos, no es lo mismo 200 € para una familia que para otra. Por eso es importante explicar lo que decimos con autoridad moral, de no contradecir lo que decimos con nuestra práctica. (no se entiende que digamos “no te drogues”, si nosotros tomamos pastillas para todo; no compres tonterías, si tenemos la casa llena de cosas sin usar a penas; limpia tu habitación, si la casa está llena de trastos…).

“TODO SE ARREGLA HABLANDO…” (Y NUNCA EN CALIENTE)

Si hay comunicación todo funciona

Otra cuestión colateral es la comunicación. Porque tampoco es bueno plantear las cosas en términos de autoridad sólo, esto si por esto, aquello no por aquello.

Es más si hay comunicación suficiente, no suele hacer falta ejercer “la autoridad“. La comunicación hace que circule la palabra, hace que se hablen las cosas, que se discutan, en buen plan, que se pueda argumentar, que pueda existir cierta dialéctica. La comunicación evita el tan temido “pasaje al acto” donde un menor, pasa a actuar lo que quiere, transgrediendo la ley familiar que no tiene clara (llega tarde, no llama, monta en moto..), muchas veces para experimentar qué pasa, puede ser una forma inconsciente de buscar una reacción de sus padres.

Por tanto si no hay comunicación, cuestión básica y fundamental, se produce el aislamiento, y los síntomas, y esta forma de educación en la comunicación, hay que empezarla desde que el niño/a es recién nacido/a. Por eso en la adolescencia, si no se ha cuidado y se ha perdido en gran parte antes, es muy difícil restablecerla.